Que grande el poder de las fotos de hacerme viajar en el tiempo.
Estas fotos de un primer diciembre visitando Berlín, de un frío que aun no había integrado, de un parque que aun no era nuestro parque.
Sigo con estas fotos de Berlín porque se sienten naturales. Es abril pero la ciudad parece resistirse al cambio de clima y el invierno-otoño aun habita los días. Mi cuerpo, por ende, sigue en modo hibernación.
Treptower park vuelve a protagonizar esta columna porque es parte esencial de mi día a día. Es verdad que en estas fotos aun no lo era, pero mirarlas me tele-transporta sensorialmente a esos días.
Era diciembre, cerca de navidad y caminaba por un parque, que tenía anexado un bosque, a la vez de contener un lago y estar pegado a un río.
¿En dónde estoy? ¿es esto de verdad Berlín?.
Recuerdo no tener el suficiente abrigo pero sí el cuerpo acostumbrado al “invierno” gaditano. Recuerdo entender que “hay que superar los primeros instantes, después el cuerpo se calienta y agradecés haber salido”. Sin duda un registro importante que me acompaña aún hoy cuando encaro el día en Berlín.
Recuerdo volar desde Cadiz con dos carretes y enviarlos a revelar casi al momento de volver. Hay pocas cosas que me llenen tanto de entusiasmo como estar a la espera de un email con negativos digitalizados.
Al mirar estas fotos, ahora, un poco más de dos años después, me doy cuenta que la fotografía analógica no irrumpe en mi realidad. No interfiere ni entorpece lo espontaneo. Recuerdo perfectamente tomar estas fotos de manera orgánica, como si la cámara sólo hubiese sido una extensión de mi mirada; curiosa, turista y sensible.
La fotografía analógica, en mi experiencia, funciona diferente a la digital. El estímulo es otro, el proceso también.
Cuando disparo carrete no estoy buscando fotos, las fotos me encuentran a mi. Y esto suena a cliché, pero lo que de verdad me pasa es que solo disparo cuando algo se atraviesa en mi camino, visual o sensorialmente.
Con la fotografía analógica no busco hacer fotos bonitas, busco registrar, capturar y conservar sensaciones.
Y es por eso que a veces me cuesta tanto compartir mis fotos, siento que son fragmentos de mi propio diario y no siempre se si el fin que quiero darles es estar colgadas en una plataforma digital.
Pero a veces, saber que también despiertan emociones en otres, me anima a compartirlas y seguir buscando canales y maneras personales y disfrutables de hacerlo.
Siento que este espacio es parte de eso.
Y así mi trabajo y obra más personal se va entretejiendo, nada es azaroso, todo está interconectado. Mis diarios con mis fotos, mis fotos con la vida misma; y la vida misma ya sabemos que es más profunda de lo que pensamos a simple vista.
Siento que me animo a mostrar mis fotos desde este lugar más íntimo porque estoy cada vez más rodeada de personas que hacen, crean y se comunican desde ahí, desde su identidad, intimidad y emociones, como materia prima esencial.
Podría resumir esto así: parte de mis necesidades básicas y vitales son disparar desde la panza y compartir desde la libertad y confianza absoluta.
Me transmitieron mucha paz tus fotos, especialmente la segunda, gracias por compartirlas💛
Gracias por comparti tu fotografia y texto me encanto :)